Crisis de ética constitucional / Ruelas
El ambiente en política siempre está saturado de conflicto, ese es su reto, encontrar consensos para resolverlo y seguir padeciendo el conflicto para resolverlo más tarde de otra manera de conformidad a nuevas circunstancias. Empero, ahora la atmosfera se carga de mentiras que mediante verdades fortalece la mentira. Una mentira muestra su rostro de engaño, “ya vencimos la curva del comportamiento de la pandemia…”; más de 150,000 muertos al espetar la mentira, actualizada la cifra es de más del 200%. La intención que motiva la mentira muestra los efectos, “… si comparamos en hoy y el ayer de esta semana, con el hoy y ayer de la semana pasada, con el hoy y ayer de la semana antepasada… nos daremos cuenta de que…”. Un dato lapidario, somos el 1,7% de la población del mundo, en nuestro país han ocurrido el 7,1% de muertes por covid en el mundo. La mentira nos ha dañado en la vida social de manera muy grave, todas y todos tenemos claro que el mentiroso es persona insegura, materialista, imprudente, inmaduro, trastornado…, todo a la vez; hay una razón simple: el mentiroso se autoengaña. La razón de Estado no se resuelve desde una conferencia de prensa, ni con ironía: Requiere amor por México, políticas públicas y ética política.
Efectivamente la corrupción es un tema que demanda corregir la sociedad en su conjunto. Somos testigos que el jefe del Ejecutivo Federal acude a la denuncia de corrupción, propone “barrerla de arriba hacia abajo”; al propio tiempo impulsa otros temas escandalosos que dominan la escena comunicacional y la agenda de discusión. Para atender valores y principios éticos en nuestro Estado democrático de derecho debemos trabajar los medios de comunicación, que hoy son amplios y siguen siendo poderosos, y desde luego, el comportamiento de la sociedad. Los medios disruptivos, creativos, contestatarios, informados, preparados, certeros, jamás guardan silencio sobre comportamiento de corrupción. Los comunicadores son el reóstato de la información pues interpreta los acontecimientos y circunstancias de todos los sectores. El lenguaje comunicacional es la fuerza para compartir significados, ahí queda sembrada la semilla de la opinión pública que provoca la comunicación. Cuando la agenda es dictada con la pedantería del poder, no como información, las cosas cambian. Imponer la agenda desde una toga de dominio es la peor miseria política, por una razón, cancela el diálogo e impulsa una crisis constitucional de ética pública, lo padecemos con el regalo inusual al empleado del año, titular de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dos años más de su período, una ignominia: por vía de un transitorio de ley reglamentaria mancillar la Carta Magna.
La ética pública es asunto público primordial para administrar una vida compartida cordial, los actos de gobierno son difundidos por una prensa democrática y la opinión pública se desarrolla desde lo público, con argumentos, educado para escuchar, mediante un debate tan ríspido como sea necesario pero respetuoso como garantía de diálogo, mediante la transparencia que aporta el Estado de derecho; la ética constitucional es la clave de la confianza. Solo así podemos hacer la defensa de valores éticos inmersos en la función pública y política, se trata de las virtudes públicas que inoculan la ética constitucional, las buenas prácticas y adecuados comportamientos de personas e instituciones.
El algoritmo es claro, para tener hábitos deseables, responsabilidades, derechos, principios éticos aplicados a la función pública es indispensable contar con un consenso de su validez. Participar y deliberar son ejes de ciudadanía: amar, respetar la ley, de la misma manera que exigir a sus gobernantes su obediencia estricta, debe haber buenas razones, más consenso social. La voz colectiva de las y los mexicanos deberá llamar a una arremetida ultima, las divergencias y pluralidades todas deben coincidir en respetar la Constitución y conservar los derechos esenciales de las personas. El respeto de los valores éticos es algo básico para la vida individual y social del Estado de derecho. “Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio y coincidir…”, la ética pública que demanda nuestro Estado democrático de derecho en un “mísero detalle”: salvaguardar, aplicar, actualizar la verdadera ética pública que contenga valores de tendencia: coherencia, confianza, verdad, responsabilidad, espíritu de servicio, atención…, sobre todo equidad y justicia para el pueblo.
La ética constitucional nos llama de urgencia, si no prodigamos respeto a nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la realidad nos seguirá enfrentando con posverdades y antivalores, endilgándonos regaños inmerecidos desde las alboradas del alcázar, inyectando odios entre actores políticos, en consecuencia, irritación colectiva y pérdida de respeto. la realidad seguirá indicando que el corrompido viola derechos fundamentales mediante un menú actualizado y novedoso con que esboza un burlesco discurso de polarización, violento e irrespetuoso. La ética constitucional nos instruye: no confundir valores, para no actuar al margen, ni de la ética, ni de la Constitución.
Por: Ignacio Ruelas Olvera